Para cualquier ceramista es el mejor y más emocionante momento de todo el trabajo: abrir el horno para ver los resultados de una cocción de esmalte. No hay nada que se le pueda comparar, has puesto todo tu empeño en levantar las piezas mediante torno, modelado, vaciado... las has dejado secar y les has dado todos los retoques necesarios, las has bizcochado, les has limpiado el polvo, has preparado los esmaltes y los has aplicado según el método elegido, has cargado el horno, lo has puesto en marcha dándole la curva de cocción y atmósferas necesarias y finalmente el horno ha enfriado................. te dispones a abrir la puerta (que a lo mejor ya has entreabierto un poco para acelerar el descenso de temperatura y poder cotillear...) ...y ¡zás!... ¡se ha obrado un milagro! lo que antes era grisáceo, de color apagado y tonos pastel pasa a ser de vivos colores adquiriendo toda suerte de tonalidades y texturas nunca del todo controladas, ¡maravilloso! :-O
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Antes |
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...Después! |
P.D: claro, en el caso de que todo salga bien porque de otra forma puede ser un pequeño infierno lo que te encuentres ahí dentro :-( ...y no te olvides de anotar todo lo que vas haciendo: ¡Halaaaaa, que pieza más bonita! ¿Cómo era la fórmula.....? ¿?¿?............ ;-)
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